sábado, 4 de junio de 2011

William Shakespeare por Carmen Vasco

Soneto 130

Los ojos de mi amada no son como el sol;
el coral es mucho más rojo que sus labios.
Si la nieve es blanca, sus pechos son oscuros;
si el pelo es alambre, negro crece en su cabeza.
He visto rojas y blancas rosas damasquinas,
pero no es el color que hay en sus mejillas;     
y en algunos perfumes se huele más delicia
que en el olor que emana de su aliento.      
Adoro oírla hablar, pero bien sé, 
que el sonido de la música da mucho más placer.
Es verdad, nunca vi una diosa caminar:
mi amada, al andar, hiende la tierra. 
              Sin embargo, es tan única mi amada
    como cualquiera falsamente comparada.    


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